Tras nuestra intensa incursión en la Europa más nórdica, y aunque, por supuesto, ha sido inolvidable, nos moríamos de ganas de llegar a Berlín, especialmente tras la gran aventura de Langøyene (necesitabamos civilización).
Así pues, tras un trayecto extenso, con tres trasbordos, uno de ellos en la más que muy apacible estación de Copenhague, llegamos a la capital alemana. El primer día vimos... ¿qué vimos? Pues nada porque nuestra bienvenida a Berlín decía a gritos "salid de aquí antes de arrepentiros". Aquí va una enumeración de las decepciones que tuvimos que soportar tras cuatro (o tres o cinco, creo que perdí la cuenta) días soñando con una ducha y un colchón:
1°- Los trenes de Berlín pasan con cierta frecuencia, sí, pero con la que ellos quieren; así que tendrás que ir al andén y rezar para que San Ferrocarril sea piadoso contigo y tu espalda, que es la que soporta la mochila.
2°- Nuestro hostel estaba apartado del centro, por lo que teníamos que coger el tren (S-Bahn). En circunstancias normales habrían sido unos 10-15 minutos de plácido trayecto directo; pero ese día resultó que tenían mucha urgencia por hacer obras justo en nuestro tramo. Bueno, ese día y al siguiente... Vamos, nuestra estancia en la ciudad.
3°- El caso es que tuvimos que hacer dos trasbordos para llegar a la dichosa estación de Springfuhl, que sí, suena muy graciosa, pero cuando te bajas de tren y no sabes donde ir... Porque en Berlín otra cosa no, pero lo de señalizar se les da de pena. Y he aquí un consejo: no mires los carteles, pregunta.
4°- No recuerdo muy bien cómo (o no quiero acordarme) pero llegamos a nuestra estación, y lo primero que nos inspiró fue, como díria Elena, "confianza". No voy a dar detalles pero algún que otro barrio de Madrid se queda corto a su lado. [NOTA: alguna cosa buena tenía, como un Aldi, un Lidl, o una heladería-cafetería que nos dió la vida]
5°- Finalmente, al llegar al Hostel7, nuestro alojamiento, nos encontramos con otra gran decepción: un inexistente wifi gratis anunciado por un recepcionista del que solo diré que se expresaba mejor mediante signos que en inglés (sí, sí: como los monos).
6°- La habitación ya era otra cosa. Tres literas, es decir, seis camas para tres mochileros con ansias de ellas, en un cuarto muy amplio. Podría parecer que andaramos sobrados de colchones, pero no era así, había insectos suficientes para ocuparlas. [Un saludo para Lila] ;)
7°- Y como última decepción del día llegaron los baños "bipolares". Me explico: al entrar en ellos lo primero que veías eran los lavabos, bastante bonitos, incluso modernos, y limpios. Pero entonces te fijabas en el espejo y veías que reflejaba lo que parecían las duchas de un hotel diferente, de hace 30 años (tanto los azulejos, como la suciedad de las cortinillas), y, claro está, con más bichos. En fin, al menos podríamos ducharnos.
Aunque hasta este punto nuestra visita a Berlín parece un desastre lo cierto es que fue bastante gratificante. Esa misma noche fuimos a una coctelería "del barrio" y resultó ser mucho mas barata de lo que esperábamos, por lo que decidimos que al día siguiente nos daríamos un capricho y cenaríamos allí mismo un helado.
Al día siguiente nos embarcamos de nuevo, sandwiches en mano (o en mochila naranja homenaje a Oxford), en la locura de trasbordos para visitar el centro de la ciudad. Todo muy bonito, sí, las catedrales, la ópera, los museos,... Pero TODO adornado por un inmenso ejército de gruas y tuberías elevadas. Un auténtico placer ver al mismo tiempo los edificios berlineses y las entrañas de su subsuelo.
Sin duda, lo que más nos marcó, junto al Parlamento en cuyo césped disfrutamos de un agradable descanso bajo el Sol después tornado en chaparrón, fue el Monumento a las Víctimas del Holocausto. No hay palabras que lo describan. Estimulante no solo para la vista, sino tambien para el tacto, el oído y, sobre todo, para el corazón.
La gran sorpresa nos la llevamos al llegar a la Puerta de Brandemburgo, donde nos encontramos con un concierto en directo del mismísimo... Vale, no sabíamos quién era, pero nos hizo gracia el señor. Y en las cercanías de la plaza donde se encuentra probamos el plato típico: las currywurst, bastante rico, aunque para lo sencillo que es mejor que te lo comas en cualquier otra zona de Berlín donde podrás encontrarlo más barato.
Por último, visitamos el Barrio Judío que, aunque está a unos 15 minutos del centro te transporta a un Berlín diferente. No hay que perderselo.
Ya de vuelta a nuestro amado Springfuhl, y como habíamos planeado, fuimos a por nuestra esperada cena: tres enormes copas de helado de chocolate y vainilla, y de postre descubrimos un cóctail (cuyos ingredientes no desvelaré) que nos enamoró, y a un precio aún mejor.
Poco más se puede contar de nuestra fugaz visita a Berlín si no es adentrándonos en terreno anecdótico, de modo que hasta aquí llega esta entrada. En la próxima podréis leer nuestra estancia en Praga (o Praha para los amigos), que aunque tambien ha sido corta su intensidad da un poco de vértigo, igual que el tren que nos llevó hasta ella.
Buenas!! Este verano haré el interrail y me han encantado vuestras entradas. Me he emocionado con imaginarlo:) Podríais facilitarme la entrada en la describís vuestra estancia en Praga? No consigo encontrarlo... Gracias!!!
ResponderEliminarBuenas!! Este verano haré el interrail y me han encantado vuestras entradas. Me he emocionado con imaginarlo:) Podríais facilitarme la entrada en la describís vuestra estancia en Praga? No consigo encontrarlo... Gracias!!!
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